Sociedades científicas.
Diferentes voces para un mismo objetivo
Dicen que la madurez de una profesión es directamente proporcional al desarrollo de sus sociedades científicas. En este sentido hay que destacar que la Enfermería, como profesión, aún está lejos de alcanzar un grado de madurez aceptable, o cuanto menos deseable, dada la, todavía, escasa cultura de asociacionismo existente entre las enfermeras.
Es cierto que el número de sociedades científicas ha crecido en los últimos 25 años. Pero no es menos cierto que la incorporación de las enfermeras a las mismas aún es escasa cuando no residual. No existe una cultura de asociacionismo ni una necesidad interiorizada de pertenecer a una sociedad científica como decisión voluntaria, a incorporarse para participar y beneficiarse del necesario desarrollo científico-profesional en un ámbito concreto de la actividad o conocimiento enfermeros.
También es de justicia destacar que las sociedades científicas han trabajado de manera muy seria alcanzando niveles de calidad muy meritorios que contribuyen, de manera decidida, al avance profesional y a la generación de evidencias científicas.
Otra cosa es si han sabido trasladar a las enfermeras estos resultados y lo que a ellas como profesionales les aporta de valor añadido.
Sucede, sin embargo, que en consonancia a lo que ha venido siendo habitual en enfermería, cada cual ha ido arrimando el ascua a su sardina, aunque para ello alguno se quedase sin brasas con las que continuar con el necesario “asado”. Se pensaba más en clave particular que colectiva, más por tratar de defender la parcela de cada cual que por defender el territorio común, más por intentar sobresalir aunque fuese a costa de ocultar al vecino… y de esta manera se generaba una visibilización de división y enfrentamiento que para nada contribuía a mejorar la imagen de las sociedades científicas ni a corregir la idea de subsidiariedad que existe entre las enfermeras con relación a pertenecer a una sociedad de este tipo, al contrario de lo que sucede en otras profesiones con mayor desarrollo que no se cuestionan esta pertenencia, sino que la llevan a cabo de manera casi automática y natural en cuanto adquieren sus competencias profesionales para trabajar como médicos, psicólogos, abogados, arquitectos…
Las enfermeras precisamos de sociedades científicas fuertes que puedan dar respuestas a los interrogantes que se generan en torno al desarrollo científico-profesional enfermero y de las necesidades y demandas que plantea la sociedad. Pero al mismo tiempo precisa que dichas sociedades científicas identifiquen la importancia de aunar esfuerzos y energías que permitan generar sinergias compartidas en aspectos que les son comunes y que precisan de respuestas colectivas y sin fisuras.
Hasta ahora las relaciones entre sociedades científicas se limitaban a una discreta comunicación y una constante vigilancia por lo que cada una de ellas decía o hacía, con el consiguiente recelo y sospecha instalados permanentemente como única respuesta. Se mantenía un postureo protocolario tan artificial como poco resolutivo. Pero desde hace algo más de un año, las principales sociedades científicas decidieron dar un paso al frente. Aparcaron diferencias para identificar los aspectos que les unen y que les preocupan, con el objetivo de avanzar de manera firme y decidida desde la unidad de acción, con el fin de visibilizar social y profesionalmente dicha unidad y trasladar una imagen de cohesión ante los problemas que actualmente tienen las enfermeras en el ámbito de su desarrollo científico-profesional.
La AEC, como no podía ser de otra manera, ha participado de manera clara, directa y decidida en este proceso que ha logrado dirigir ya a la profesión enfermera, pero también a las administraciones y organizaciones del ámbito sanitario, su capacidad de integración y de voz única en defensa de los intereses de las enfermeras y que, sin duda, redundará muy positivamente en las estrategias que cada una de las sociedades científicas de manera individual luego desarrollen en el ámbito de su campo de actuación.
No se ha tenido que renunciar a nada, salvo al individualismo, para alcanzar este consenso. Tan solo ha sido necesario que se rompieran las barreras que dificultaban la necesaria e imprescindible comunicación para darse cuenta de cuántos puntos en común existen y qué pocos nos separan.
El diálogo, el análisis reflexivo, el pensamiento crítico y, sobre todo, el respeto y la humildad han permitido que el conocimiento científico haya prevalecido por encima de cualquier otro planteamiento, sin con ello descartar la diversidad de criterios, la disparidad o la discrepancia que lo único que hacen es, desde este planteamiento de unidad, incorporarse en el discurso científico para enriquecer el resultado final.
Las sociedades científicas enfermeras han dado un paso importantísimo para lograr el objetivo común de avanzar y lograr que las enfermeras seamos conocidas y reconocidas por el valor de lo que aportamos en beneficio de las personas, las familias y la comunidad y no por las diferencias entre nosotras.
Este punto de inflexión debe servir, además, para que la profesión en su conjunto identifique que por encima de las personas están las organizaciones e instituciones que han de jugar un papel fundamental en el desarrollo científico-profesional enfermero. No basta con decir no me gusta lo que se está haciendo. Es necesario implicarse para cambiarlo y mejorar. La crítica sin más tan solo conduce, como ya hemos tenido ocasión de comprobar, a la división y a la parálisis.
Sigamos avanzando desde la unidad derivada del debate vivo y constructivo, que no desde el conformismo.
José Ramón Martínez Riera
Presidente de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC)