Con ocasión de la salida de la quinta edición del «Manual de diagnósticos y estadísticas de enfermedades mentales» que será publicada en mayo de 2013, reflexionamos sobre el tema de la Salud Mental y el camino que esta tomando en este momento historico y social tan complejo.

Durante la celebración del Foro "La infancia bajo control" que tuvo lugar en Sevilla el pasado verano, nuestra vocal de Cooperación y Relaciones Internacionales, Francesca Abate, tuvo ocasión de entrevistar a uno de sus ponentes, Jesús Ambel, psicoanalista en Granada y miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.

ENTREVISTA a Jesús Ambel por Francesca Abate

Jesús Ambel    Francesca Abate

 

Para empezar nuestra entrevista sería interesante si Ud. pudiera explicarnos cómo se define la salud mental en el marco del psicoanálisis y en qué se diferencia el psicoanálisis de otros tipos de terapia.

Cada época histórica se las ha visto con la enfermedad mental. Lo interesante es analizar bien como hace la nuestra. Me parece que con la racionalidad técnica y la gestión mercantil, es decir, pasarla a cifras y ponerla en relación con lo social y lo laboral. Lo que supone pasar de la enfermedad mental a la salud mental. De acuerdo, pasemos, aceptemos “pulpo” como animal de compañía. Pero un espíritu libre sabe que eso hace de la salud mental un constructo estadístico e ideológico. Pero un profesional bien orientado sabe que perder la memoria, entrenar las funciones cognitivas y estar plenamente disponible son señales torcidas de que se está mentalmente sano. Seamos serios: la “salud mental” no existe: cada uno tenemos un punto de chifladura. El ser humano, que Lacan llamaba “hablante”, carece de programación para saber qué hacer con la sexualidad.

Al respecto de su segunda pregunta le diré que el psicoanálisis es la práctica moral que conviene a la experiencia humana en una cultura como la actual. Apuntalada por la Técnica y el Capital, la experiencia humana se está quedando sin la subjetividad. Cuando una época se empeña en ocultar nuestra cuota de sombra, opacidad y sinsentido, el psicoanálisis se convierte en una práctica de utilidad pública. Por fortuna, hay profesionales, artistas e intelectuales que también tienen esa deriva de crítica esclarecida y de resistencia lúcida.

El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental. En esta ocasión la Organización Mundial de la Salud hizo referencia específicamente a la depresión, un trastorno mental que, según los datos de la OMS, afecta a más de 350 millones de personas en el mundo. ¿Cómo considera Ud. estos datos? ¿Cómo considera la respuesta de la OMS respecto a este trastorno?

Cuanto más trabajemos para tener datos y pensemos sólo a partir de datos, más pobreza tendremos en la clínica. Cuanto más pobreza en la clínica, menos sabemos. Cuanto menos sabemos más gestionamos datos. Es el círculo en el que se han perdido buena parte de mis compañeros de generación que con buenas intenciones hicieron la Reforma Psiquiátrica. Lacan nos recuerda que la angustia es muy cobarde. Al final, el dato, la cifra, la gestión, es la derrota política de la verdad en la experiencia humana, como dice Jorge Alemán. Si por un momento recuperamos algo de lucidez y pensamos por nosotros mismos, yo diría que parece lógico que a la felicidad obligatoria responda el síntoma depresivo porque es una “negativa a la lucha”. Si recuperamos la capacidad crítica, lo que tenemos es que lo que se diagnostica como “depresión” es, en la mayoría de los casos, un “hartazgo de uno mismo” porque el sujeto lleva años con ansiedad y no encuentra sosiego. Me pregunta, por último, por la OMS. Controla a las poblaciones y comercia con el malvivir. Es su función. Ningún problema con eso: hace su trabajo.

Durante la Comunicación presentada en el marco de la II Convocatoria ¿Quién está detrás de la cultura? Ud. se refirió a la "ideología de la evaluación como riesgo para la cultura contemporánea". ¿En qué medida este fenómeno afecta, o puede afectar a la salud mental?

Llevamos unos años conviviendo con los evaluadores. Se presentan como “mendigos de datos” de nuestras prácticas sanitarias y culturales y no nos hemos dado cuenta de que aceptando el “bautismo evaluador” le hemos abierto la puerta a los ángeles exterminadores de la clínica y de la cultura tal y como las hemos entendido hasta ahora. Está comprobado, desecan el deseo allá por donde pasan.

La cultura y la creación artística provienen del encuentro del sujeto con lo imposible. Es lo que pasa también con la enfermedad mental. El sujeto que enferma “en su cuerpo y en su alma”, como decía Lacan, nos dice que es testigo del encuentro con lo insoportable y entonces no ha podido evitar hacer un síntoma. Un síntoma que tiene esa doble cara, como el dios Jano, de sufrimiento y de arreglo. Por su parte, con lo imposible, el artista hace creación, eleva lo singular a la categoría de lo universal.

Si objetivamos, cuantificamos y evaluamos esta dialéctica tan propia de la condición humana se nos estrecha el margen de maniobra de los profesionales que atendemos las enfermedades mentales y el de los artistas para la creación. Y, de paso, el lazo social, el vínculo social, las amistades se vuelven líquidas. Y entonces aparecen las patéticas figuras de la soledad contemporáneas, hasta llegar a la obscenidad de la autoestima.

Durante el foro "La infancia bajo control" celebrado en Sevilla el junio pasado, se debatió sobre el incremento de la medicalización de la población en general y de los niños en particular, aspectos preocupantes que está tomando la salud mental. ¿Cuál es su posición?

La intimidad es un obstáculo a la triple lógica que dice que “todo debe estar conectado”, que “todo debe ser espectáculo” y que “todo debe ser negocio”. No deben quedar en consecuencia núcleos de población por fuera de esas lógicas. Y mucho menos puede quedar fuera un sector tan lucrativo como la infancia actual, con unos padres que se desviven por darles de todo y unos niños que no están contentos con nada… Acabada la clínica (la buena, la relacional, la que pone el acento en la historia, en los lazos sociales, en el respeto a lo íntimo…), surge una nueva panacea con el recurso a las redes del cerebro, a los botones presinápticos, a la neuroimagen… Un conglomerado de términos falsamente científicos seducen por igual a padres progresistas,  maestros desnortados y profesionales quemados porque suenan a “igualdad”.  A la par, las redes familiares de programas de TV y de vendedores de felicidad positiva,  fascinan a los sujetos con la promesa de lo que la “ciencia” arreglará en el futuro y de que hacen muy bien en pensarse como “máquinas”. Por fortuna hay padres, madres, profesionales y científicos de los buenos que resisten a esta epidemia tan burda y, a la par, tan innovadora y progresista. Son una minoría, pero, en este asunto, las minorías importan mucho.

A nivel de salud publica ¿Qué opinión tiene respecto a la prescripción por parte de médicos de cabecera de medicamentos psicotrópicos? ¿Qué papel juega el momento histórico-social que está viviendo España en esta cuestión?

Por fortuna, conozco médicos de familia que son todavía clínicos. Me consta que manejan esa medicación sabiendo que cuando recetan, recetan también transferencia y no sólo “gestión de la satisfacción del cliente”. Pero este asunto que me plantea señala bien los extremos de perversión a los que están llegando las autoridades sanitarias. De un lado y de otro del espectro político están consiguiendo superar al Marqués de Sade: no sólo recortan presupuestos sino también pretenden estrechar el pensamiento crítico de los profesionales. Hay algo de sadismo político en ello. Pero también de masoquismo político de nuestro lado: hemos permitido que nos gobiernen los tontos de la clase.

Con la ayuda de la psicología cognitiva, el empoderamiento y todo un despliegue de psicología del conformismo, nuestros responsables sanitarios están haciendo añicos lo conseguido por los buenos profesionales en estos 30 años de democracia. El paradigma problema-solución y los postulados de la gestión suponen la creencia en el papá Noel que los premiará por sus bondades de eficacia y rentabilidad. Las agrupaciones sindicales no se percatan del peligro y eso hace que muchos los vean como formando parte del sistema.

Pienso que hay todavía tiempo y lugares para seguir siendo clínicos y tener la satisfacción de un trabajo bien hecho. Pero esos márgenes se nos estrechan. La emancipación está cambiando de escenario: o colaboramos o resistimos. O control social o respeto por el sufrimiento. Se empiezan a terminar las equidistancias.

MUCHAS GRACIAS.


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