El autor expone el esfuerzo que a la sociedad supone mantener el actual sistema sanitario, esfuerzo que va en aumento permanente dado que las retribuciones se han ido incrementando sin aumentar la productividad aparente: para realizar una cura o una entrevista clínica no se pueden disminuir los tiempos empleados. Aunque si se observan los resultados en relación al impacto en calidad y cantidad de vida, la perspectiva es más halagüeña, es decir, el esfuerzo de la inversión puede merecer la pena o al menos no se está dispuesto a renunciar a estos resultados.
Por tanto, se impone adoptar medidas para evitar que cada año debamos trabajar más días para mantener los servicios sanitarios, y el autor plantea tres líneas:
1. Mejorar la calidad de los servicios a un menor coste (en jerga económica conseguir economías de escala, de gama y de aprendizaje), lo que implicará una notable redistribución de tareas.
2. Propiciar la capacidad resolutiva, la mejor expresión clínica de la eficiencia, lo que nos llevará a una redefinición de las profesiones.
3. Eliminar, desde la política sanitaria, las barreras regulatorias que puedan entorpecer los cambios anteriores.
En el artículo se plantea que la ratio enfermeras/médicos era en 2009 en España de 1/4, la mitad que la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y casi la cuarta parte de los países más avanzados a los que aspiramos a parecernos. ¿Nos conviene esta ratio? se pregunta el autor.
Por último se plantea la eficiencia y calidad contrastadas con las que las enfermeras están desarrollando algunas competencias que se podrían calificar como “novedosas”, y dice Vicente Ortún “Solo con una división del trabajo que atienda a la capacidad resolutiva y que se olvide de gremialismos podrá conseguir las imprescindibles economías de escala, de gama y de aprendizaje que la atención a crónicos y agudos requerirá”.
Más claro no se pueden decir las cosas (la mayoría de las cuales ya estaban dichas y redichas, escritas y reescritas). Si alguien desde una postura de terquedad e irresponsabilidad manifiesta quiere seguir ignorando la evidencia y las opiniones de expertos tan solventes como Vicente Ortún y otros muchos, es su problema, aunque su problema nos toque sufrirlo a todos, incluida la ciudadanía, directamente por la merma de la calidad asistencial que supone e indirectamente por las consecuencias que acarrea a las maltrechas arcas públicas.