El 7 de abril celebramos el Día Mundial de la Salud, un día de especial relevancia para la humanidad, y de especial sensibilidad para los/las profesionales sanitarios. Ya en la Conferencia de Promoción de la Salud de Otawa (1986) se destacaba que la salud no es un objetivo en la vida, sino un recurso para la vida. Y atesorar el mayor nivel de salud posible (atesorar = “tesoro”) es lo que nos permite ser lo que somos, hacer y lograr lo que deseamos. Varias décadas después seguimos con el firme convencimiento de que así es. Es cierto que se trata de una salud conceptualizada como compleja, multidimensional y subjetiva, variable y cambiante, tradicionalmente individual o individualizada aunque actualmente con una visión más salubrista, colectiva y globalizada, coproducida por todos los actores y sectores de la sociedad, junto a otros elementos como el medio ambiente o el mundo animal, en lo que conocemos como una salud. Lo que sí sabemos, y conviene no descuidar, es que la salud es también altamente dependiente del desarrollo de cada comunidad, como dependiente es de muchos determinantes de la salud, no siempre contemplados y respetados. Y ahí encontramos las enfermeras comunitarias un claro y clave foco de intervención.
En este contexto, irrumpe el lema este año 2025, sugerido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) “Comienzos saludables, futuros esperanzadores” (https://www.who.int/es/campaigns/world-health-day/2025), con el propósito de iniciar una campaña anual de trabajo centrado (también) en seguir mejorando las tasas de mortalidad materno-infantil de carácter perinatal y prevenible, con especial énfasis en el bienestar de las mujeres a largo plazo. Afirma la OMS que “la salud de las madres y los recién nacidos está en la base de familias y comunidades saludables…”, afirmación a la que desde la AEC nos sumamos al considerar que es una consideración transversal, evidenciada, y altamente participada por las enfermeras comunitarias, en especial en un contexto atencional de atención primaria, salud pública y comunitaria.
La tasa de mortalidad materno-infantil es un indicador clave de los sistemas sanitarios, tasa sin embargo también altamente influenciada por ese grado de desarrollo comunitario y por las condiciones de vida en el entorno más inmediato de las personas. Esos entornos de vida no siempre son favorables para la salud, a pesar de los esfuerzos de muchas enfermeras comunitarias, como del resto de profesionales sanitarios, de sectores sociales/profesionales, el ámbito político y del propio sistema de salud. A pesar pues de esos esfuerzos por ser sistemas resilientes y accesibles, no siempre es posible lograrlo. Lo que sí está claro es que en los países con tasas bajas o muy bajas de mortalidad, su sistema sanitario es apreciado como sistema de alta calidad. Y los sistemas de calidad deben destacar y promover los mecanismos de protección necesarios de la salud, tanto en la mortalidad materno-infantil, como en cualquier riesgo para la salud, en especial en colectivos vulnerables y vulnerados. Porque esa protección y promoción ayudará también a ese bienestar en las mujeres a largo plazo.
Conviene reflexionar sobre diversos elementos que atañen a los tomadores de decisiones, al más alto nivel, que repercuten altamente sobre la salud de la población. No podemos dejar de trabajar un objetivo prioritario para la salud, que es la paz mundial, y un objetivo clave de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible. Quizá sea un objetivo primario, pues sin paz, difícilmente puedan lograrse muchos de los otros objetivos. Sí, también quizá (como la misma salud) la sea una utopía, algo idealmente deseable (como la salud máxima y estática) pero que la historia de la humanidad, implacablemente, lo confirma como utopía. Los conflictos bélicos están presentes en diversas partes del mundo de forma constante, y aplastan y destruyen la salud de las personas. Precisamente sobre ello se está publicando un monográfico desde la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria SESPAS, con participación directa de la AEC. Y sin paz, ningún tipo de bienestar será posible.
En la forma en que esos conflictos bélicos afectan gravemente a la vida cotidiana, a los servicios básicos de salud y de las infraestructuras necesarias para la atención y el sostenimiento de la salud y la enfermedad, se observa destrucción de servicios, migraciones masivas en condiciones infrahumanas, ausencia o bloqueo de atención sanitaria y condiciones de vida precarias, con problemas de acceso a agua, alimentos, medicación, atención profesional (grave en contextos agudos y crónicos de salud), etc. Esto, especialmente trágico en todo caso, también lo es para la salud materno-infantil y en el aumento de la mortalidad “prevenible”, que en condiciones de paz podría conseguirse. También es de destacar como estos conflictos ponen en riesgo concreto a niños y niñas, más vulnerables que otros colectivos poblacionales.
En resumen, el Día Mundial de la Salud nos recuerda que las condiciones de vida, los determinantes de la salud, la disponibilidad de recursos de todo tipo y la equidad y justicia en salud son imprescindibles para alcanzar bienestar, el máximo grado posible de salud en el mundo. Estos elementos, con los que las enfermeras y la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC) están familiarizadas y altamente comprometidas, es necesario trabajarlos desde el convencimiento a nivel de políticas de salud (Salud en Todas las Políticas…), para que las personas que pueden decidir acciones de protección sean influidas y tomen las mejores decisiones, que además de favorecer la salud, sienten las bases para el desarrollo positivo de las comunidades, como puede ser la búsqueda de la paz, o a nivel nacional por ejemplo lograr que la Agencia Española de Salud Pública sea una realidad.
Por todo ello, animamos a las enfermeras comunitarias a ejercer sus competencias específicas de abogacía para la salud, así como de competencia política, para contribuir desde cada posición individual a la mayor de las causas colectivas, el bienestar, la mejor salud y la mejor pública posibles.